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martes, 13 de junio de 2017

Ponencia en Simposio Internacional sobre Violencia Vicaria en Madrid, 2 de junio de 2017.- Graciela Dora Jofre, Jueza de Villa Gesell,Buenos Aires.Argentina

Niños y niñas en la justicia.

"Soy todavía un niño y estoy a vuestra merced. Por eso sois tan prepotentes, a pesar de vuestra debilidad. Para derribar ese mundo que me impide vivir haría falta un coraje heroico..."
Alice Miller “La llave perdida”


Niñas y niños son seres humanos evolucionados en estado de vulnerabilidad con la necesidad del cuidado, afecto y protección del adulto. Cuando el delito  los tiene como víctimas ataca en ellos aquello integro, sabio y amoroso que constituye al humano en su infancia.
Francois Dolto dice que los adultos temen a los niños porque cuestionan su poder. Alice Miller en toda su obra evidencia que en los actos perversos, violentos que realizan los padres en el círculo íntimo familiar está el germen nocivo de  la historia humana. Infancias arrasadas por quienes dicen llamarse “padres”, niñas y niños en su trágica encerrona[1] afectiva y una sociedad que no quiere ver develados los oscuros secretos familiares, no quiere escuchar y creer en la palabra y relatos de niñas y niños que padecen abusos físicos, sexuales emocionales por parte de sus padres.
Niñas y niños tienen innatamente sabiduría y capacidad para expresarse con la palabra. La lingüista argentina Ivonne Bordelois dice que los niños tienen una enorme habilidad innata para el uso de la lengua con su particular forma de hacerlo y en sus tiempos, por eso niñas y niños pueden expresarse haciendo un uso creativo y original de la lengua para definir verdades aun conmocionantes en el lugar y tiempo imprecedibles para los adultos. (Jofré, 2016). Para llegar a saber lo que sienten es indispensable una actitud receptiva amorosa.
Niñas y niños no solo expresan lo que sienten con palabras según su edad cronológica, pueden manifestar sentimientos angustiantes con sus silencios, sus cambios abruptos de conductas, sus dibujos, sus juegos. Niñas y niños expresan siempre lo que sienten y manifiestan la realidades ocultas en una familia. Por tal razón su palabra debe ser creída por los jueces/as y demás operadores de la Justicia. Hace a su dignidad humana ser creídos.
Cuando hay incesto paterno o violencia de género el delito tiene como víctimas a la mujer y a los hijos. El incesto develado siempre será conmocionante para la madre del niño afectándole traumáticamente. La violencia de género contra la madre alterara dramáticamente la infancia de los hijos/as. Son delitos que se ocultan a la mirada social y donde niñas y niños suelen ser silenciados.  
En Criminología el incesto paterno como los abusos sexuales a la infancia forman parte de su cifra negra, son delitos no denunciados ante la justicia y que se mantienen en el secreto de las familias. Estas mujeres que rompen esta ley de silencio ancestral con sus denuncias conmueven una estructura social patriarcal de complacencia y por ello sufren junto a sus hijos la represalia institucional judicial. El sistema de justicia es el brazo ejecutor de una sociedad que se resiste a develar los siniestros actos de quienes se amparan en su rol de padres o de adultos con máscaras sociales respetables. Por tal razón en la praxis judicial cuando hay una denuncia de delito perpetrado contra un niño o una niña la regla es no creer en su palabra.
Los procesos judiciales civiles y penales giran sobre el principio de inocencia del agresor denunciado y el único inocente, ese niño/a queda invisibilizado.  Cuando las víctimas son niñas y niños su acceso a la justicia necesita indispensablemente de un adulto afectivo y protector que denuncie el delito, no pueden hacerlo por sí mismo.  La mayoría de las denuncias ante la justicia de delitos cometidos contra niñas y niñas las realizan las madres. Tal es la razón por la cual se focaliza  en esas mujeres el ataque defensivo de los agresores, se pretende silenciar a esos niños, esas niñas víctimas del delito de incesto, abusos sexuales u otro tipo de violencias..
La ley que rige la sociedad es la del patriarca, el varón omnipotente frente a mujer e hijos/as. La necesidad de esta estructura de poder social está sustentada en el miedo y el silencio de mujeres y niños/as frente a delitos ocultos en el entramado de convivencia familiar donde son sus víctimas. El mensaje represor es ejecutado por un Sistema de Justicia con operadores donde predomina dicha ideología  y pretende dar un mensaje al estilo de la omerta mafiosa: “Si hablas, si denuncias, sufrirás las consecuencias por haberte atrevido.”  Esto constituye el centro neurálgico que ha permitido que invenciones siniestras  como la de la “Alienación Parental” de Richard Gardner fuera erigida en axioma científico y propalada como un virus en los tribunales del mundo.  
Es también esta ideología imperante  la causa por la que se instalan en procesos de familia metodologías represivas hacia la voluntad de niñas y niños víctimas de incesto paterno o violencia de género, invisibilizando las causales de la separación o divorcio; forzando la voluntad de niños y niñas y castigando ferozmente a estas mujeres que se han atrevido a separarse del agresor y denunciar los delitos. Las custodias compartidas, la imposición de mediación familiar y revinculaciónes con agresores y sus parientes, sin contemplación alguna a existencia de delitos denunciados donde son sus víctimas esos niñas y niñas. Se hace un uso declarativo de argumentaciones pseudo promotoras de igualdad de género o interés superior del niño cuando en realidad su matriz es represora de derechos humanos de víctimas de delitos.
En la esfera del derecho internacional privado se suelen aplicar las Convenciones Internacionales sobre Restitución Internacional de niñas, niños y adolescentes sin respeto a su persona, su opinión; sin escucharlos y sin contemplar la existencia de delitos denunciados- abusos sexuales paternos o de violencia de genero.  
Se realizan actos judiciales POR LA FUERZA avasallando derechos humanos de niñas y niños víctimas de delitos, maltratándolos institucionalmente, ignorándolos en su capacidad de expresar lo que sienten en el momento presente, entregándolos a su agresor enmascarado en el rol paternal. Evidenciando que la justicia trata a niñas y niños como no lo haría con los adultos;  maltratándolos como ciudadanos de segunda categoría, minusválidos, incapaces del Derecho.
Estos atropellos institucionales judiciales son producto de una tendencia universal a dar preeminencia a la Familia, al Derecho de Familia sobre niñas y niños que la integran. La ausencia de una Justicia para niñas y niños.
La violencia de género y los abusos sexuales a niñas y niños son epidemia mundial, los feminicidios y las muertes de niñas , niños y adolescentes son su trágica consecuencia. Al desacreditar el relato y la denuncia de sus víctimas, además de tener efectos depredadores sobre su dignidad vulnerada, al desacreditar esas denuncias penales y sospechar de estas mujeres denunciantes se busca aislar a esas niñas y niños para compelerlos emocionalmente hacia la retractación si han relatado los abusos sexuales o callarlos definitivamente.y así lograr la impunidad del agresor, recuperando su poder y  control patriarcal.  
El Sistema de Justicia  inmerso en esta ideología represora les otorga a estos varones violentos y/o pedófilos impunidad, reinvindicacion social, y venganza sobre sus victimas.
El mundo académico del Derecho y del Sistema de Justicia se resiste todavía a incursionar en los estudios de estos delitos que asolan los entramados familiares en todo el mundo.
Existe paralelamente un negocio solapado de abogados y profesionales de la salud en la defensa de pedófilos y hombres violentos con poder o dinero. Y la sociedad es cómplice con su ausencia de mirada a la tragedia de estas infancias, lo es por comodidad, por no querer saber de la faceta perversa, siniestra del humano dentro de la “familia” y como “padre”. Produce escozor saber que el humano puede tener conductas atroces con sus niños/as a quienes debería amar y cuidar. 
Debe asimismo evidenciarse que detrás hay un entramado mafioso delictivo sustentado en el negocio multimillonario de la explotación sexual de cuerpos de niñas y ,niños  y sus consumidores perversos ocultos en sus buenas formas parentales y sociales.  Toda niña o niño victima de abusos sexuales o violencias queda en estado de vulnerabilidad, a la deriva y las mafias mencionadas se nutren de ellos.
No querer saber  es cómodo, no nos compromete, pero cuando se es funcionario de la justicia se genera responsabilidad y complicidad criminal con el agresor. La impunidad de los pedófilos y agresores de niñas y niños es producto de esa conducta de abulia y desidia de muchos operadores judiciales. El Sistema de Justicia es un gran responsable de esta presente realidad de impunidad de la violencia de género y los abusos sexuales a niñas y niños.
Para el ciudadano la Justicia es el último murallón donde se contiene, resguarda y  busca restauración del daño padecido por el delito.
Las denuncias penales de estos delitos en el contexto familiar conmueven un sistema de valores que promueve el poder autoritario del padre sobre mujer e hijos/as, que se sostiene en el menosprecio social a la capacidad de expresión de niñas y niños y su nexo con la verdad-“ex ore parvilorum veritas” (de la boca del niño la verdad).
El acceso a la Justicia de niñas y niños necesita indispensablemente de una figura adulta protectora y afectiva ; ellas suelen ser sus madres.  Estas mujeres  realizan actos de coraje porque revolucionan una estructura familiar anquilosada e impenetrable. La familia es una institución primaria social que debe respetar, cuidar  y proteger a sus integrantes, especialmente a niñas, niños y adolescentes.  Los roles parentales no legitiman a las personas en la familia. Padre, madre no es quien maltrata, abusa sexualmente, instala violencia en la vida de hijos e hijas. El rol parental cuando es promovido como legitimado en sí mismo esconde ideología patriarcal y perversión porque busca que el incesto y la violencia siga en el territorio del silencio y el secreto familiar.
La historia humana se ha construido sobre el silencio de la infancia maltratada.  Por eso como Juezas y Jueces, como Juristas, Abogados/as, Peritos psicólogos/as  somos responsables de nuestros actos ante esas infancias truncadas por la violencia de género, el abuso sexual.  Debemos salir del área de la comodidad del poder, ser humildes para reconocer nuestro error, aprender y  comprender.  Humildad, empatía amorosa e intención para salir con nuestro actuar de un espacio de poder cómodo.  Debemos ser expeditivos en nuestros actos y resoluciones judiciales, privilegiando el resguardo de la integridad física, emocional de ese niño, esa niña o adolescente. Debemos ser claros en el lenguaje de nuestras resoluciones judiciales, entendible para las víctimas de estos delitos y para la sociedad;  pues sucede que la ambigüedad y la confusión en las expresiones orales y escritas suele ser el territorio de los soberbios y de los perversos.
Seamos claros como lo son niños y niñas en sus expresiones, cada vez más claros en los postulados de defensa de sus derechos humanos. Se debe partir de aquello que ha sido y es mi convicción en estos veinte años como jueza: CREER la palabra de niñas y niños. Mirar siempre en dirección a ellos, niñas y niños deben ser nuestra “brújula” en cada resolución judicial. Niñas y niños se manifiestan con transparencia en su palabra, en sus conductas, sus gestos, en la manera de relacionarse con su entorno, en sus dibujos, sus juegos. Piden de mil maneras ser creídos, protegidos cuando algo no les gusta, no lo entienden, los confunde, les duele. Ellos esperan de nosotros, se entregan con confianza amorosa y es nuestro deber actuar mirando siempre en dirección a dilucidar sus sentimientos presentes. Los tiempos de la justicia deben ser para niñas y niños. Juezas y jueces debemos serlo para esas niñas y niños. Ellos están siendo hoy acallados, invisibilizados y atropellados por el Sistema de Justicia. Se pretende ocultar la tragedia presente que está destruyendo infancias humanas; debemos sacarla a la luz. Ese es el camino a trazar.
Niñas y niños no saben de sus derechos humanos, la Justicia SI, hoy debe hacerlos presentes y efectivos para ellos.
Juezas y jueces debemos saber que el poder que transitoriamente detentamos nos inviste de un ropaje inexistente; que cuando ejercemos ese poder con sensibilidad humana y virtud, le otorgamos su fuerza primigenia, aquella que produce cambios y le da su sentido. Ninguna esperanza habrá en la Justicia para niñas y niños si no actuamos en esa dirección (Jofré, 2016)

Bibliografía

Jofré, G. (2016). "Niñas y niños en la Justicia.Abuso sexual en la infancia". Buenos Aires: Maipue.



[1] “encerrona trágica” como expresaba el Psicologo argentino Fernando Ulloa en su trabajo “Sociedad y crueldad”(2005)

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