Niños
y niñas en la justicia.
"Soy
todavía un niño y estoy a vuestra merced. Por eso sois tan prepotentes, a pesar
de vuestra debilidad. Para derribar ese mundo que me impide vivir haría falta
un coraje heroico..."
Alice Miller “La llave perdida”
Niñas y niños son seres humanos evolucionados en
estado de vulnerabilidad con la necesidad del cuidado, afecto y protección del
adulto. Cuando el delito los tiene como
víctimas ataca en ellos aquello integro, sabio y amoroso que constituye al
humano en su infancia.
Francois Dolto dice que los adultos temen a los
niños porque cuestionan su poder. Alice Miller en toda su obra evidencia que en
los actos perversos, violentos que realizan los padres en el círculo íntimo
familiar está el germen nocivo de la historia
humana. Infancias arrasadas por quienes dicen llamarse “padres”, niñas y niños
en su trágica encerrona[1]
afectiva y una sociedad que no quiere ver develados los oscuros secretos
familiares, no quiere escuchar y creer en la palabra y relatos de niñas y niños
que padecen abusos físicos, sexuales emocionales por parte de sus padres.
Niñas y niños tienen innatamente sabiduría y capacidad
para expresarse con la palabra. La lingüista argentina Ivonne Bordelois dice
que los niños tienen una enorme habilidad innata para el uso de la lengua con
su particular forma de hacerlo y en sus tiempos, por eso niñas y niños pueden expresarse
haciendo un uso creativo y original de la lengua para definir verdades aun
conmocionantes en el lugar y tiempo imprecedibles para los adultos. (Jofré, 2016) . Para llegar a saber
lo que sienten es indispensable una actitud receptiva amorosa.
Niñas y niños no solo expresan lo que sienten con
palabras según su edad cronológica, pueden manifestar sentimientos angustiantes
con sus silencios, sus cambios abruptos de conductas, sus dibujos, sus juegos.
Niñas y niños expresan siempre lo que sienten y manifiestan la realidades
ocultas en una familia. Por tal razón su palabra debe ser creída por los
jueces/as y demás operadores de la Justicia. Hace a su dignidad humana ser
creídos.
Cuando hay incesto paterno o violencia de género el
delito tiene como víctimas a la mujer y a los hijos. El incesto develado
siempre será conmocionante para la madre del niño afectándole traumáticamente.
La violencia de género contra la madre alterara dramáticamente la infancia de
los hijos/as. Son delitos que se ocultan a la mirada social y donde niñas y
niños suelen ser silenciados.
En Criminología el incesto paterno como los abusos
sexuales a la infancia forman parte de su cifra negra, son delitos no
denunciados ante la justicia y que se mantienen en el secreto de las familias. Estas
mujeres que rompen esta ley de silencio ancestral con sus denuncias conmueven
una estructura social patriarcal de complacencia y por ello sufren junto a sus
hijos la represalia institucional judicial. El sistema de justicia es el brazo
ejecutor de una sociedad que se resiste a develar los siniestros actos de
quienes se amparan en su rol de padres o de adultos con máscaras sociales
respetables. Por tal razón en la praxis judicial cuando hay una denuncia de
delito perpetrado contra un niño o una niña la regla es no creer en su palabra.
Los procesos judiciales civiles y penales giran
sobre el principio de inocencia del agresor denunciado y el único inocente, ese
niño/a queda invisibilizado. Cuando las víctimas
son niñas y niños su acceso a la justicia necesita indispensablemente de un
adulto afectivo y protector que denuncie el delito, no pueden hacerlo por sí
mismo. La mayoría de las denuncias ante la justicia de
delitos cometidos contra niñas y niñas las realizan las madres. Tal es la razón
por la cual se focaliza en esas mujeres
el ataque defensivo de los agresores, se pretende silenciar a esos niños, esas
niñas víctimas del delito de incesto, abusos sexuales u otro tipo de violencias..
La ley que rige la sociedad es la del patriarca, el varón
omnipotente frente a mujer e hijos/as. La necesidad de esta estructura de poder
social está sustentada en el miedo y el silencio de mujeres y niños/as frente a
delitos ocultos en el entramado de convivencia familiar donde son sus víctimas.
El mensaje represor es ejecutado por un Sistema de Justicia con operadores
donde predomina dicha ideología y pretende
dar un mensaje al estilo de la omerta
mafiosa: “Si hablas, si denuncias,
sufrirás las consecuencias por haberte atrevido.” Esto constituye el centro neurálgico que ha
permitido que invenciones siniestras como la de la “Alienación Parental” de Richard
Gardner fuera erigida en axioma científico y propalada como un virus en los
tribunales del mundo.
Es también esta ideología imperante la causa por la que se instalan en procesos de
familia metodologías represivas hacia la voluntad de niñas y niños víctimas de
incesto paterno o violencia de género, invisibilizando las causales de la
separación o divorcio; forzando la voluntad de niños y niñas y castigando
ferozmente a estas mujeres que se han atrevido a separarse del agresor y
denunciar los delitos. Las custodias compartidas, la imposición de mediación
familiar y revinculaciónes con agresores y sus parientes, sin contemplación
alguna a existencia de delitos denunciados donde son sus víctimas esos niñas y
niñas. Se hace un uso declarativo de argumentaciones pseudo promotoras de
igualdad de género o interés superior del niño cuando en realidad su matriz es
represora de derechos humanos de víctimas de delitos.
En la esfera del derecho internacional privado se suelen
aplicar las Convenciones Internacionales sobre Restitución Internacional de
niñas, niños y adolescentes sin respeto a su persona, su opinión; sin
escucharlos y sin contemplar la existencia de delitos denunciados- abusos
sexuales paternos o de violencia de genero.
Se realizan actos judiciales POR LA FUERZA
avasallando derechos humanos de niñas y niños víctimas de delitos,
maltratándolos institucionalmente, ignorándolos en su capacidad de expresar lo
que sienten en el momento presente, entregándolos a su agresor enmascarado en
el rol paternal. Evidenciando que la justicia trata a niñas y niños como no lo
haría con los adultos; maltratándolos
como ciudadanos de segunda categoría, minusválidos, incapaces del Derecho.
Estos atropellos institucionales judiciales son
producto de una tendencia universal a dar preeminencia a la Familia, al Derecho
de Familia sobre niñas y niños que la integran. La ausencia de una Justicia
para niñas y niños.
La violencia de género y los abusos sexuales a niñas
y niños son epidemia mundial, los feminicidios y las muertes de niñas , niños y
adolescentes son su trágica consecuencia. Al desacreditar el relato y la
denuncia de sus víctimas, además de tener efectos depredadores sobre su
dignidad vulnerada, al desacreditar esas denuncias penales y sospechar de estas
mujeres denunciantes se busca aislar a esas niñas y niños para compelerlos
emocionalmente hacia la retractación si han relatado los abusos sexuales o
callarlos definitivamente.y así lograr la impunidad del agresor, recuperando su
poder y control patriarcal.
El Sistema de Justicia inmerso en esta ideología represora les otorga
a estos varones violentos y/o pedófilos impunidad, reinvindicacion social, y
venganza sobre sus victimas.
El mundo académico del Derecho y del Sistema de
Justicia se resiste todavía a incursionar en los estudios de estos delitos que
asolan los entramados familiares en todo el mundo.
Existe paralelamente un negocio solapado de abogados
y profesionales de la salud en la defensa de pedófilos y hombres violentos con
poder o dinero. Y la sociedad es cómplice con su ausencia de mirada a la
tragedia de estas infancias, lo es por comodidad, por no querer saber de la
faceta perversa, siniestra del humano dentro de la “familia” y como “padre”. Produce
escozor saber que el humano puede tener conductas atroces con sus niños/as a
quienes debería amar y cuidar.
Debe asimismo evidenciarse que detrás hay un
entramado mafioso delictivo sustentado en el negocio multimillonario de la
explotación sexual de cuerpos de niñas y ,niños y sus consumidores perversos ocultos en sus
buenas formas parentales y sociales. Toda
niña o niño victima de abusos sexuales o violencias queda en estado de
vulnerabilidad, a la deriva y las mafias mencionadas se nutren de ellos.
No querer saber
es cómodo, no nos compromete, pero cuando se es funcionario de la
justicia se genera responsabilidad y complicidad criminal con el agresor. La
impunidad de los pedófilos y agresores de niñas y niños es producto de esa
conducta de abulia y desidia de muchos operadores judiciales. El Sistema de
Justicia es un gran responsable de esta presente realidad de impunidad de la
violencia de género y los abusos sexuales a niñas y niños.
Para el ciudadano la Justicia es el último murallón
donde se contiene, resguarda y busca
restauración del daño padecido por el delito.
Las denuncias penales de estos delitos en el
contexto familiar conmueven un sistema de valores que promueve el poder
autoritario del padre sobre mujer e hijos/as, que se sostiene en el menosprecio
social a la capacidad de expresión de niñas y niños y su nexo con la verdad-“ex
ore parvilorum veritas” (de la boca del niño la verdad).
El acceso a la Justicia de niñas y niños necesita
indispensablemente de una figura adulta protectora y afectiva ; ellas suelen
ser sus madres. Estas mujeres realizan actos de coraje porque revolucionan
una estructura familiar anquilosada e impenetrable. La familia es una
institución primaria social que debe respetar, cuidar y proteger a sus integrantes, especialmente a
niñas, niños y adolescentes. Los roles
parentales no legitiman a las personas en la familia. Padre, madre no es quien
maltrata, abusa sexualmente, instala violencia en la vida de hijos e hijas. El
rol parental cuando es promovido como legitimado en sí mismo esconde ideología
patriarcal y perversión porque busca que el incesto y la violencia siga en el
territorio del silencio y el secreto familiar.
La historia humana se ha construido sobre el
silencio de la infancia maltratada. Por eso como Juezas y Jueces, como Juristas,
Abogados/as, Peritos psicólogos/as somos
responsables de nuestros actos ante esas infancias truncadas por la violencia
de género, el abuso sexual. Debemos
salir del área de la comodidad del poder, ser humildes para reconocer nuestro
error, aprender y comprender. Humildad, empatía amorosa e intención para
salir con nuestro actuar de un espacio de poder cómodo. Debemos ser expeditivos en nuestros actos y
resoluciones judiciales, privilegiando el resguardo de la integridad física,
emocional de ese niño, esa niña o adolescente. Debemos ser claros en el
lenguaje de nuestras resoluciones judiciales, entendible para las víctimas de
estos delitos y para la sociedad; pues sucede
que la ambigüedad y la confusión en las expresiones orales y escritas suele ser
el territorio de los soberbios y de los perversos.
Seamos claros como lo son niños y niñas en sus
expresiones, cada vez más claros en los postulados de defensa de sus derechos
humanos. Se debe partir de aquello que ha sido y es mi convicción en estos
veinte años como jueza: CREER la palabra de niñas y niños. Mirar siempre en
dirección a ellos, niñas y niños deben ser nuestra “brújula” en cada resolución
judicial. Niñas y niños se manifiestan con transparencia en su palabra, en sus
conductas, sus gestos, en la manera de relacionarse con su entorno, en sus
dibujos, sus juegos. Piden de mil maneras ser creídos, protegidos cuando algo
no les gusta, no lo entienden, los confunde, les duele. Ellos esperan de
nosotros, se entregan con confianza amorosa y es nuestro deber actuar mirando
siempre en dirección a dilucidar sus sentimientos presentes. Los tiempos de la
justicia deben ser para niñas y niños. Juezas y jueces debemos serlo para esas niñas y niños. Ellos
están siendo hoy acallados, invisibilizados y atropellados por el Sistema de
Justicia. Se pretende ocultar la tragedia presente que está destruyendo
infancias humanas; debemos sacarla a la luz. Ese es el camino a trazar.
Niñas y niños no saben de sus derechos
humanos, la Justicia SI, hoy debe hacerlos presentes y efectivos para ellos.
Juezas y jueces debemos saber que el poder que
transitoriamente detentamos nos inviste de un ropaje inexistente; que cuando
ejercemos ese poder con sensibilidad humana y virtud, le otorgamos su fuerza
primigenia, aquella que produce cambios y le da su sentido. Ninguna esperanza
habrá en la Justicia para niñas y niños si no actuamos en esa dirección (Jofré, 2016)
Bibliografía
Jofré, G.
(2016). "Niñas y niños en la Justicia.Abuso sexual en la
infancia". Buenos Aires: Maipue.
[1]
“encerrona trágica” como expresaba el Psicologo argentino Fernando Ulloa en su
trabajo “Sociedad y crueldad”(2005)
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