----------------------------------------------------------------------------de Graciela Dora Jofré
( publicación en Revista Jurídica La Ley Actualidad del 27 de diciembre de 2012)
Es un hecho
incontrastable el aumento constante de niños, niñas y adolescentes que son
víctimas de maltrato físico, emocional, abuso sexual, incesto. Una realidad que
confronta las palabras y el sentido de las normas que protegen y exigen
protección a los niños, niñas y adolescentes.
¿Cuál es la
razón de este desfasaje entre palabra y acción?
El miedo y la
indiferencia social.
Miedo que afecta
a niños porque optar por su bienestar,
por hacer efectivos sus derechos, por hacer que su voz silenciada sea escuchada
cuando han sido víctimas de maltrato físico, emocional, abuso sexual requiere
de compromiso y valentía.
Miedo que como una gran mancha de aceite cubre a tantos
operadores del ámbito de la psicología, educativo, judicial. El miedo de no
asumir las consecuencias del defender al niño-víctima frente al agresor, más
aun cuando tiene poder económico o social.
Miedo y prejuicios
sociales estigmatizantes frente a la “credibilidad”
del adulto que sabe ocultar, mentir y
manipular.
El niño queda
expuesto en su absoluta vulnerabilidad
social.
Social , porque no sólo lo ha vulnerado el agresor, sino
también la maestra que ve síntomas o lo
escucha y no denuncia; el médico o el psicólogo que lo atiende y frente a síntomas físicos de
agresiones físicas o abuso sexual no diagnostica ni denuncia y evaden su responsabilidad
hipocrática; el abogado y el juez que
no se comprometen humanamente al analizar casos donde se denuncian hechos de violencia o de abuso sexual
infantil, que no apoyan ni privilegian en sus actos o resoluciones a la víctima
más allá de toda consecuencia y presión.
Indiferencia que
se plasma cuando no hay intención de capacitarse para conocer las nuevas
problemáticas que salen a la luz en la situación familiar y social de un niño,
niña y adolescente. La indispensable capacitación multidisciplinaria para
abordar tan complejas problemáticas como el abuso sexual infantil, el maltrato,
las adicciones en los adolescentes, la violencia en las escuelas y el hogar,
etc.
La ignorancia de
un operador puede tener efectos devastadores en la vida de un niño, niña y
adolescente, porque el acto de un adulto que ejerce un rol de poder en la vida
de ese NNA y debe intervenir (sea un maestro, psicólogo, abogado, juez)
podrá salvar o destruir su proyecto de vida. La dimensión del acto cobra en
esas situaciones efectos de trascendencia aunque no se quiera ver.-
La indiferencia
de una sociedad frente a la angustia y desvalorización que padece
un joven adicto sin proyecto de vida, casi analfabeto, sin familia contenedora,
sin trabajo y que abandonado entra en
el riesgo cierto de incursionar en el
delito .
La indiferencia y la estigmatización por la sociedad del
adolescente adicto que no advierte que es víctima y que tanto el cómo su
familia deben ser contenidos y ayudados por todos los resortes del estado para
efectivizar el derecho humano a la salud y a una vida digna.-
La ética no
consiste solamente en el actuar conforme al bien, es algo mucho más
trascendente y requiere generalmente conductas de valor , de compromiso, de
interés activo y solidario, más aun frente al otro cuando es vulnerable
.-
Es ver las
realidades descarnadas de nuestros niños, niñas y adolescentes cuando son víctimas
en situaciones de violencia de género. Porque una madre agredida física o
emocionalmente no podrá ejercer su rol materno de protección adecuadamente,
porque un niño no está preparado para asumir y ser testigo de hechos de
violencia en el seno de su familia. Porque, como expresa Eva Giberti, los niños no se acostumbran a la violencia y
al dolor, y sufren intensamente.-
Cuando sale a la luz social el asesinato de un niño,
el secuestro de un niño y su muerte hubo una cadena de miradas que fueron de
evasión, conductas sin compromiso y una declamación de derechos del niño que
solo quedaron en eso…en meras palabras. Un niño muerto es un grito de
impotencia que estuvo silenciado, una voz de un niño que no fue escuchado. Un adolescente muerto por sobredosis, un
adolescente adicto en el ámbito del delito, una adolescente explotada
sexualmente, “desaparecida” en las oscuras tramas de la trata , es responsabilidad de la indiferencia social y
del Estado que antes los abandono a su suerte .-
Condenamos los
horrendos hechos, pero mientras el miedo, la indiferencia, no sean desterrados del actuar de todo operador social en su
actuación frente a un niño, un adolescente víctima de violencia, maltrato o
abuso sexual, mientras no haya conductas de búsqueda en el conocimiento multidisciplinario
de las problemáticas de la violencia de género, adicciones y abuso sexual infantil e incesto seguiremos
acumulando victimas .
No podremos evolucionar como sociedad humana si no miramos en esa dirección y asumimos cada uno en su rol social su compromiso inalienable para con niños, niñas y adolescentes, y lo hagamos con valor y con intención.
No podremos evolucionar como sociedad humana si no miramos en esa dirección y asumimos cada uno en su rol social su compromiso inalienable para con niños, niñas y adolescentes, y lo hagamos con valor y con intención.
Y para concluir
refiero las palabras de Eva Giberti “ Los adultos, pero esencialmente quienes
tienen capacidad de decisión no están exentos de responsabilidad en la
necesidad de dotar de esperanzas el futuro de los niños”.
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