Ordenando papeles viejos encontré esto que escribi en el año 2002. Lo comparto, sigo pensando igual...
"...Oir al niño. Aprender a escuchar lo que dice y lo que calla. Observar su mirada, sus gestos ante determinado tema. Siempre lo que se decida lo afectará a él mas que a nadie, marcará en un sentido u otro su vida. Y en ese momento el Juez debe actuar con una inmensa responsabilidad. No hablamos de documentos, de bienes a disputar, de honorarios, de actualización monetaria. Aquí estamos frente a un ser absolutamente vulnerable a las decisiones de los adultos, sus padres, y nosotros los jueces. Donde nuestra función cumple su rol de mayor trascendencia es frente a un niño. Nuestra riqueza o nuestra miseria moral aquí reluce más. Aquí nuestras ideologías, nuestra formación filosófica, ética se evidencia. Aquí donde el “lápiz” se afina en la intuición. Con los pocos recursos con que contamos podemos llegar a escuchar en todas sus facetas expresivas a ese niño. No solo oírlo personalmente en una audiencia cuidada en sus detalles ( lugar, forma, personas presentes) Sino sabiendo leer sus circunstancias actuales de vida , su actividad en el colegio, su vida de relación, su forma de vivir, sus momentos de esparcimiento. La mirada sobre el niño no puede olvidarse de su entorno, su vida social porque un niño busca un centro de vida, de amigos, de relaciones afectivas. Como una piedra arrojada al agua y sus ondas expansivas. Asi nuestra mirada. Y allí, en esa mirada, en ese oír al niño y su sentir, nuestra función de juez encuentra su “sentido”. Descartar de ella los resquicios academicistas que tantas veces esconden insensibilidad humana y cobardía de acomodaticios. El gran desafío del Siglo XXI para el Juez es “oir a los niños”. En esos niños escuchados y contenidos por los jueces estarán en el futuro adultos mejores. El círculo puede ser revertido..."
Graciela Dora Jofre. Jueza de Paz Letrado de Villa Gesell Año 2002.-
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