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sábado, 5 de mayo de 2018

LOS NIÑOS VICTIMAS DE VIOLENCIA Y NOSOTROS-


 __________________de Graciela Dora Jofré – Villa Gesell, Año 1998.

“Hablamos de opresión, de crueldad, de crimen, de devoción, de sacrificio, de virtud y nada sabemos de lo que realmente hay tras estas palabras. Nadie sabe lo que significa el sufrimiento, excepto las víctimas de la misteriosa intención de esas ilusiones” Joseph Conrad

  En estos tiempos donde los hechos existen en cuanto los medios de comunicación dan cuenta de ellos, hoy es tema la violencia sobre niños. Siendo que por otra parte las estadísticas rigen, según últimos estudios, en Latinoamérica existen aproximadamente 6.000.000 de niños víctimas de maltrato, de los cuales 80.000 mueren a manos de sus padres biológicos.

Tomar contacto con estos datos produce natural escozor; pero sabemos que el impacto emocional que concluye en ese efecto es fuego de artificio: luz, ruido e inmediata desaparición. La emoción sustentada en si misma sirve para poner en calma nuestra conciencia pero rara vez es antesala de actos movilizantes. La emoción es motor pero si se busca un cambio se requiere indispensablemente el uso de la razón y la acción.
Frente a una década donde se promueve el exitismo, estimo el camino a seguir para procurar solucionar el problema que hoy nos ocupa – maltrato infantil- es justamente el inverso, el de la humildad. Así como en el proceso de crecimiento personal podemos llegar a los grandes cambios a partir de los pequeños logros –como el bebe que al comenzar a caminar da pasos cortos pero intentando sean firmes- así también podemos abocarnos a encarar problemas como el de marras. Pero considero esencial un punto de partida, asumir el propio lugar en la vida comunitaria, con coherencia y compromiso. Médico, maestro, funcionario policial, terapeuta, asistente social, periodista, juez, vecino. Cada quien en su esfera, potenciando el espectro de sus posibilidades, capacitándose, asumiendo una conducta de responsabilidad personal en el tema dentro del marco de su rol específico. 
Este planteo de indudable corte ético sería interesante si lo aplicáramos a otros graves problemas que aquejan a nuestra comunidad. Frente a una sociedad actual, promotora del hiperindividualismo y el anonimato del semejante sería esencial rescatar la solidaridad como sentido de nuestros actos y el compromiso personal por la suerte del otro.

Con humildad, de a poco y desde el propio, indelegable y único lugar en la historia.


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