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viernes, 1 de junio de 2018

“Las locas”

__________________ de  Graciela Dora Jofré (1)


                           "Muchacho con espada"de Edouard Manet (Metropolitan Museum of Art)

"...Juan * tenía 9 años cuando su mamá denuncio en el juzgado el incesto de su padre. En esos tiempos como jueza desconocía lo que con los años fui aprendiendo, era ignorante y como muchos/as dentro de la Administración de Justicia desconfié de la madre y su denuncia. Los antecedentes conflictivos en ese caso judicial, donde la madre de Juan siempre había obstaculizado todo posible contacto de su padre, sus características de personalidad conflictiva la conducta contraria del padre, instalaron en mí la sospecha sobre ella y sobre la veracidad de su denuncia de incesto. A pesar de mis dudas resuelvo suspender todo contacto de Juan con su padre (mi postura siempre ha sido no forzar al niño/a a ver al padre contra su voluntad). Juan demostraba expresamente su negativa a cualquier contacto. En esos momentos comienza a estar en auge entre abogados y jueces la corriente de pensamiento acerca de las madres que influían en sus hijos inventando denuncias de incesto con el único fin de vengarse de su ex pareja, no dejarles ver al niño/a, y hacerles daño usando al niño/a como medio (ideología SAP impulsada por el artículo de Cárdenas). Como siempre me ha interesado el tema de la niñez y sus derechos he estado siempre abierta a aprender sobre el tema y participar de toda jornada o congreso que lo tratara. Así fue que estando el caso judicial de Juan en pleno trámite, concurro a un congreso internacional sobre maltrato y abuso sexual a la niñez que se realizaba en Capital Federal. En ese Congreso, con innumerables ponencias, una de ellas era dada por una fiscal y una médica pediatra especialista en abusos sexuales. Estas dos profesionales nos comparten a aquellas/os que habíamos concurrido a escucharlas sus experiencias dificultosas en la intervención de casos de abusos sexuales a la niñez, especialmente en los casos de incesto paterno-filial. Explicaban las presiones que debían sufrir cuando validaban los relatos de niñas y niños o detectaban (en el caso de la médica) indicadores específicos de la existencia del abuso sexual. La ofensiva era de los padres denunciados, sus abogados y de funcionarios judiciales. La médica nos confesó que en su caso por ese compromiso era muy probable que en poco tiempo la despidieran de sus funciones por obra de esas presiones y denuncias en su contra. Durante el transcurso de sus exposiciones, en un momento dado, cuando se encuentran relatando los avatares de niñas y niños abusados sexualmente en Tribunales y hablan de las madres denunciantes del incesto, ambas coinciden en decir que ellas las llamaban “las locas”. Recuerdo que ante nuestros rostros de sorpresa ellas se miraron en alegre complicidad y nos explicaron que las llamaban así porque eran mujeres que se mostraban histéricas, agresivas, peregrinaban de dependencia en dependencia judicial y/o en todo organismo donde pudieran ser escuchadas pidiendo se protegiera a sus hijas/os del padre abusador. El calvario judicial y el trauma del incesto de sus hijas/os producía en estas mujeres su apariencia exterior de desequilibrio emocional y sus conductas mostraban rasgos de locura. En nuestra vida hay instantes donde algo que vemos o escuchamos produce el efecto interior de un estruendo, así fue para mí en ese instante, de golpe como en un flash al escuchar a estas profesionales vi a la madre de Juan, era esa la imagen que teníamos de su madre, era la “loca”. Eso me produjo la certeza de que el abuso sexual del padre a Juan, denunciado por su madre, era real y su conducta obcecada y temperamental era producto de su desesperación ante los avances constantes del agresor, y al sentirse no creída en la Justicia. Allí no solo tuve la íntima convicción de la existencia del abuso sexual del padre a Juan sino que cambié en mis prejuicios hacia su madre, aquella que contra vientos y mareas judiciales lo había defendido; ella merecía el respeto más profundo por sus agallas. El padre de Juan no pudo lograr en ese proceso judicial las visitas o contacto que pretendía. En el ámbito penal, no hubo una condena penal hacia este hombre, fue sobreseído por falta de pruebas; como en la inmensa mayoría de los casos donde he intervenido hasta hoy como jueza civil los abusadores sexuales de niñas y niños son sobreseídos penalmente o a lo sumo por los vericuetos procesales penales logran penas ínfimas y siguen circulando por la ciudad cruzándose con sus víctimas. Pasaron los años, fui evolucionando en mi aprendizaje sobre el abuso sexual en la infancia y el incesto. Un día se presentan en el Juzgado de Paz de Villa Gesell Juan y su madre, él tenía 16 años de edad, a solicitar un/a defensor/a oficial. Juan, con la representación legal de su madre por su minoría de edad, viene a solicitar medidas de protección porque en el instituto escolar donde concurría a realizar sus estudios era docente su padre y no quería encontrarse con él. Expresa el trastorno emocional que le producía verlo y plantea su decisión de querer continuar sus estudios en ese Instituto escolar porque allí había logrado integrarse bien y tener su grupo de amigos. Solicita una orden judicial de restricción de acercamiento. Relata también en su presentación judicial la postura negativa de las autoridades de la institución escolar ante su pedido, le responden que deben respetar el derecho a trabajar de su padre denotando no creerle. Como primera medida judicial decido fijar una audiencia para poder escuchar personalmente a Juan. El día de la audiencia se presenta Juan y con gran serenidad y lucidez me cuenta cómo todos estos años había estado cambiándose de institución escolar a medida que aparecía su padre como docente y que esta vez no quería hacerlo más. Que había logrado encontrar un lugar para sus estudios donde se sentía cómodo, integrado y con un grupo de compañeros a quienes apreciaba. Describe el tormento de emociones que le producía cada vez que había visto a su padre “cuando lo veo me siento como un animal”. Esa mezcla de ira, impotencia y dolor de todo niño abusado sexualmente por quien debía haberlo cuidado y amado. Cuenta que cuando fue a plantearlo ante las autoridades del colegio lo minimizaron y rechazaron su pedido argumentando que no podían limitar el trabajo de su padre. Por esta negativa es que recurre a la Justicia. Cuando él me cuenta su historia, los años transcurridos desde esa antigua intervención mía como jueza, pensé en el inconmensurable dolor que debió sentir cada vez que se cruzaba en la ciudad con su verdugo en su disfraz de padre. Un docente socialmente aceptado que él sabía era un perverso y no había consecuencias frente al daño que le hizo de niño. En esta presentación Juan con sus 16 años se plantaba en defensa de su dignidad, mostraba entereza y fuerza. Asumía por sí mismo una actitud reparatoria: no iba a resignar otra vez un espacio que había logrado construir venciendo las circunstancias que acontecieron en su historia personal. No iba a dejar que otra vez lo avasalle quien había sido su padre. Ahora el Juan adolescente rescataba al otro Juan, el niño abusado sexualmente y se convertía en su defensor. Resolví ordenar a la restricción de acercamiento como Juan lo pedía y la orden a las autoridades escolares de que dispusieran lo que hiciera falta para hacerla efectiva. Esta historia es un fiel reflejo de lo que produce la impunidad en el delito de abuso sexual en la infancia y el incesto en la vida de un niño, su madre y también en la sociedad. A Juan lo pude proteger del contacto con su padre cuando era un niño pero al estar impune su delito no pudo ser protegido por la Justicia de verlo en las calles, en los colegios donde concurría y peor aún sentir que quien lo había dañado tanto seguía su vida diaria como si nada hubiera pasado. Fue la contención y fortaleza de su madre la gran impulsora para que pudiera seguir adelante con su vida, aquella a quien nadie creía cuando era un niño. En lo personal, a mí como jueza me enseñó que cada día hay que aprender algo nuevo, sacarnos ideas preconcebidas, prejuicios y así con humildad se evoluciona…” ( Jofre,G.”NIÑAS Y NIÑOS EN LA JUSTICIA” Abuso sexual en la infancia, Buenos Aires 2016, Ed.Maipue pg.159)


*nombre de ficción.


(1) Juez de Paz Letrada de Villa Gesell, Buenos Aires,Argentina.




1 comentario:

  1. Como no enloquecer de dolor ante tanta injusticia... pero esa misma locura nos da el coraje para defender a nuestros hijos e hijas aún a riesgo de ser condenadas por la justicia Patrical. Gracias por tanto Dra.!!

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